miércoles, 10 de noviembre de 2010

Restricción transdialectal

Juego de suposiciones alternativas colocan una distancia entre sus lugares. Pretenden ser comprendidas entre los albores de una sonrisa incomprendida. Las hojas así desprendidas no encuentran su lugar en esta posición. Juntamos los deseos para señalar a esta interrogación compartida, pero advierto que desconozco la forma que seria capaz de insertar una respuesta sincera entre tus dientes.

No preciso de una suma profunda de sabiduría. Navegantes acurrucados en un gran bote de aceitunas podridas que han retornado gracias a los soplidos árticos del océano. Cruzando el cuerpo sobre el borde de la cama, su mirada descansa entre las sabanas. Girando una manzana entre el esmalte negro. Algo novedoso se encuentra derramado por toda la habitación. Podríamos sentarnos a escribir sobre ello. Vos colocas a una letra, y yo la otra. Formamos así un nuevo alfabeto que nos aloje.

¿Pero que querría dibujar esta nueva lengua compartida? Procuraría decir la verdad, en ese punto. Porque en ese aspecto no logra satisfacer su pena. No creo que haya que ver allí un eterno estado de búsqueda de sensaciones extrañas, albergando un repertorio pobre de formas concéntricas que se pierden entre si. Pero no implica que tengas que estar presente tanto tiempo entre mis pensamientos, sin dejarme dormir.

¿Qué estas buscando en mí? Hallar la verdad a través de una mentira. Pretendemos escapar a la artificialidad, entonces. Pero la introducimos en nuestro andar para intercambiarla en la puerta por otra seña de cariño, tanteando con el cebo de la tentación la longitud de una red que no me deja aún desaparecer ni morir de sed en esa dulce profundidad transdialectical.

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