lunes, 31 de octubre de 2011

Dos miradas

-¿Te puedo pedir un favor?

-¿Qué?

-¿Te puedo dar un beso? Pero sin tener que escuchar inmediatamente después todas las razones por las cuales seguramente no debía de haberte besado. ¿Puedo?

Otra loma de burro nos hizo saltar impensables centimetros del respaldo.

-No, no podes.

-Bueno.

Pasaron unos cuantos semáforos hasta que alguien se animo a hablar de nuevo.

-¿Esta tendrá bien las calles? 64 hasta Cabildo debe ser.

Los minutos se derretian teñidos de adrenalina. Salpicados violentamente por susurros inarticulables que como inconsecuentes danzaban por las calles de esa pretenciosa noche ya alojada en penumbras artificiales.

-¿Pero porque no puedo?

No se si cansada o no, tomaste mis mejillas con el pulgar de un lado y el resto de las yemas del otro solo para girar mi cabeza hacia vos.

-Porque todavía no me diste ninguna razón que te justifique.

Sentía que el viento afuera del bondi se llevaba ya mucha verdad entre sus bolsillos. Hablé igualmente con la cara apretada.

-A veces te veo tranzar con pibes que ni sabes como se llaman ni quienes son.

Creo que a tu mirada no le agrado mí pretendida comparación, dado que luego de soltarme violvio a esconderse en algun lado de la ventanilla.

-Eso es diferente.

¿Diferente porque?

-No se, vos sos diferente.

A todo esto ya se había parado. El timbre ya había sonado en algún rincón y aguardaba la detención completa.

-¿Bajas?

Pútrido y estremecedor rugido alejó atrás nuestro el bondi.

-¿Adonde estábamos?

Que se yo. No se. Lo que sé, es que esto de ser diferente es mortalmente aburrido.

Enredaste tu brazo junto al mío, queriendo que te lleve como una dama.

-¿Vamos?

Creo que llego a caérsele una mueca.

-¿Adonde?

No contesto. ¿Se estaba riendo?

-¿Adonde? ¿Adonde vamos?

Busque entre la noche sus pupilas. Volvió a tomar mi cara para girar mi expresión a voluntad. Recién empezó a hablar luego de que nuestros ojos se toquen a través del ritmo provocado por las piedritas de la via tren que fueron empujadas por el brusco freno de nuestro andar. Como si sus palabras merecieran dormir junto al mayor de los silencios inquietantes.

-¿En serio querés saber?

Sopló un poco de pelo solamente para que baile también junto al viento que desnudaba una luna fría de octubre.

¿De que conversaran dos miradas que juegan a no mirarse?