jueves, 28 de octubre de 2010

Desencuentro

Miraba alli sin observarte. Estabas tocando algo en el celular para cuando notaste que en la mesa ya ningun placer quedaba servido. Quisiste saber que pensaba ante ello, por lo que subiste con un movimiento el pelo hacia arriba. Yo estaba reclinado para adelante con el menton sobre mis manos. Veia pasar, atras tuyo, a las parejas por la vereda, tomadas de la mano. El cartel electrico dejaba ocultar bastante a la oscuridad de la noche calurosa.


-¿En que estas pensando?- Preguntaste sin moverte ahora del marcado de sonoras letras en la pantalla. En algun lado oi eso. Pero no respondi inmediatamente. Intente despegarme del asiento, pero solo se logro gracias a un lento desarrollo de algunas viejas costumbres siempre inconclusas.
-¿En que pienso, decis?
-Si.

Tu dedo en la cabeza no me decia por entero lo que debia hacer. Las jarras de cerveza pasaban de forma muy lenta.

-En vos.
-Que aburrido-. Inmediatamente, en un rápido movimiento, miraste intensa y prolongadamente para un costado. No debia voltearme como para saber que otro chico te estaba espiando desde su mesa. Era sumamente claro. No precisaba de ninguna metafora especial que fuese de mi desagrado como para comprender la situación.
-Supondría que sos una chica especial, pero...
Todo se detuvo nuevamente. Una parva de emociones inhibieron al sobre sensibilizar, por lo que continuaste hablando.

-Mira, no es lo que parece esto. Veras inundada de ejemplos fútiles a las comedias o tragedias, pero nunca se rie o se llora de lo predestinado a ser reido o llorado. De todas formas, tus expresiones y muecas son sumamente aburridas. Esto de los problemitas con las chicas no le interesa a nadie.

-¿Ni a mi?

-Tampoco. Especialmente con eso de que no se que te pasa que me ves especial ahora. Como si vos pudieras mantener charlas sobre diversos temas en un periodo de tiempo continuado. No tenes nada que contar, admitilo. No solo eso, sino que te sentis horrendo nuevamente y no tenes a nadie a quien decírselo. Te gusta enhebrar tus neuronas en la figuracion de las chicas especiales y no se cuantas pelotudeces mas.

-Si, pero no se como sabes de eso mi. No deberías. Ni tendrias que extrañarme.
-Si te da miedo el placer. A mi me gusta sentir el sol aun-. Retraje mis dedos sobre los otros. Ya pensar para no pensar no era tan divertido.

-¿Tenes que irte, no?

Te levantaste de la mesa, pero tu mirada parecía querer quedarse. No podria decir que estaba diciendo.

-Por aca se sientan chicas muy especiales-. Dejaste algun billete al que jamas le vi el color, y te fuiste.

Que belleza escalofriante y paradójica escapa de los ladrillos cuando el arte pretende hacerse pasar por una sensacion que inspira vacio. No dice ni provoca nada, pero no deja de pretender un halago que lo sonroje. Aqui, en este instante en que la posibilidad queda tendida en el vacio, es que la inmortalidad del cuadro bailara inerte en la memoria que pretenda volver a zambullirse en las grises temperas del alma, en esa esperanza borracha de que la insistencia del recuerdo logre hacer hablar a las imagenes mas de lo que callan.