sábado, 4 de febrero de 2012

Eso del miedo

Pero que especialidad encontraste ahora. La de llevar el examen interno al servicio literario. Es mi área excelsa de interés obviamente. Solamente alli tengo permitido pedirle a la lluvia que deje de caer y a los besos de trepar. ¿Viste como suben? De una forma increíble pero real ellos incitan a destruir al entorno que los cobija con el fin de transformarlo en una fuerza implacable que vaya alimentándose a su paso de lo que crea. Y es que antes de saber lo que escribía intuía todo lo existente que había entre el mundo y el miedo. Había mucho mundo por fuera del miedo. Demasiado. Y ese espectro se acerco lo suficiente como para decirme lo que siempre quise escuchar. Allí el deseo tiene la complicidad ya pactada con el escenario mismo . Por lo que es capaz de alterar las condiciones externas con el fin de agregar constantes desequilibrios. Ese pequeño circulo apenas es invitado ha abrirse es que ya se escapa así de su frontera. Le entrega a cada participante un folleto con todo lo que tiene para decir. A veces se olvidan. O les agarra eso del miedo. Si. Eso. Lo que vuelve a engañar al espectador.

Porque basta allí un intervalo como para generar en el público la idea de que tal vez el escritor no sabe de lo que habla o escribe. Tal vez quiso incluir un pequeño hombrecito que pueda ir olvidando el guión. Ah. Pero que horrendo lo que dice este señor. Yo conocí a ciertos autores que reescribieron su intención ahí mismo con la luz frente a la mirada anónima que demandaba crítica. Y ese pedido se volvía un espectáculo enorme. Descomunalmente atrapante. Pero también tiene la particularidad que teme su huida. Su propio escape.
Por eso es que te dejaron esto. Lo que tenes enfrente tuyo ahora mismo es una maquina de escribir. ¿Que como funciona? Solamente tenes que suspiras imaginación entre sus letras grabadas simultáneamente que te dejas caer sin preocuparte por la concatenación consecuente. Solamente dejas que tu oído izquierdo aplaste el brazo que entrecruzado abraza al otro. Eso. Nomas pispeas de costado como la inusual maquina empieza a enrollar su hoja. ¿Vos la pusiste ahí? Si. Porque si son de otro tipo no se inscribe nada. Claro. Son de diferente materiales las hojas. Esperanza, temor, alegría o tristeza. Las más comunes son esas. No se diferencian por el color. Al fin y al cabo son todas blancas. Creo que hasta no tener a una dama sentada con el cabello sobre teclado no se puede saber bien. Vos pensas ahí con la dulzura entre dientes pero no te avisan en cual de todas las categoría emocionales se guardaron los efectos. Ni en que hoja se almaceno tu vida. Nunca lo sabía bien. De hecho ahora dejo de colocarse bajo figuras externas. Ahora que no hay dolor que extraer puede lograr referir las palabras a su ser y los paneles solares hacia su corazón. Pero que lejos esta. Sigo hablando y este enfrente sacudiendo sus biromes. Todo un sábado leyendo al entretenido Lenin solo para acostarme con una pregunta entre dos sabanas ardientes: ¿Adonde estas que no estas acá?

¿Y sabes que es lo mejor? Cuando indescriptiblemente el sueño se acaba y notas que es muy temprano aun. Todo sigue igual de oscuro y ninguna estrella quiere irse aun del cielo entre la ventana de la habitación. Y ahí nada mejor que hacer una prueba. Un pequeño experimento, claro. Intentar comprobar que es real. Mordiéndolo tal vez. En definitiva, para procurar convencerse de que no es un espejismo confeccionado vilmente por la sed de la piel. Que aun con otros querría estar donde esta ahora. Tal vez no tenga problema en decir que fue un sueño. Pero quiere saber. Quiere gritar solamente para despertar en otra cama vacía. Para procurar ver de arriba al espiral en forma de enredadera que crecio a partir de los jardines ocultos. Tal como un reflejo encerrado en otro del cual no se sabe escapar sino es bajo la condicion de seguir agregando otro espejo. Escalando así en la ilusión de poder descubrir quien es el que escribe todo esto. Aquel quizas que arrastra lentamente sus dedos entre los espacios que ya la luna miles de veces paso a visitar. A esas sabanas vacias que todas las comodidades se dio en llenar. A esa a la que todos los hombres quieren llegar a escalar.
A esa a la cual un día ansío con la fuerza del deseo poder regresar.