domingo, 28 de noviembre de 2010

Glóbulos de helio

Volví. Aquí andaba y no lejos regresare. La oscuridad reinante ofrece no tapar ahora a los puntos generales de los que todo valor ofrece en sus concomitancias. Hace calor, es cierto. Pero esta tranquilidad no de un sobresalto ha llegado. Ha pasado por aquí, por alguna pestaña tuya, de las que se usan para ver. Constituye el punto de anclaje lo que en una sensación un sentimiento humano ha vuelto sobre sí mismo.

¿Adonde fue, entonces? Tal vez nunca se movió de algún escritorio, y tan solo se dio vía libre a su intelecto, que de sagaz no puede resplandecer sus resultados, porque cobarde anuncia así su ser escritor. ¿Cobardía? No. ¿Qué sabe ella? Demuestra su reflejo la más generalizada perspectiva de un corazón. Creaciones que han sido llamadas para retratar ese espacio con el que mi silenciosa o incomprensible curiosidad te ha querido abrazar. Allí no sé cómo decir. Parece que no puede sentir. Es que me envuelve en ese poco decidir, del que supongo como negado a tu posible advenir. ¿Qué espera entonces, de una forma simétrica? Cantar y bailar. Restricciones voladoras se atreven a comparar lo que ha sido primero separado para garantizar la feliz incertidumbre. ¿Por qué tan fácil, entonces? No entiendo. ¿Por qué todo tan fácil?

Cuanta verdad fuera de lugar. Nada se inserta en esa fuente de conglomerados tristes. Tome al hilo en el lado que su lazo goteaba sangre. Tense con una vuelta ambos costados; de forma que no pueda irse muy lejos, y lo ate al banco. Ahora tan solo debía saltar de mi asiento, y correr hacia alguna calle. Eso lograría liberar al globo de mí. El sacudón lograría romper su enlace sanguíneo, ofreciendo aire nuevo a mis venas. Quede mirando la fogata del centro de la plaza. Decidí que era un buen lugar al que llegar. Separe un poco el brazo para probar un poquito a la tensión que se generaría.

Al principio se ajusto más, pero a medida que la fuerza se iba manteniendo, pude notar con todo mi cuerpo como el entero entramado arrastraba a los demás órganos. Seguramente va a doler, me dije. Volví a sentarme. Mire para arriba. La noche abrazaba por entero cada sendero. No completa la circunferencia lunar anunciaba que aun asi podía dejar caer unas leves líneas de sospecha entre los árboles. Debía ser algo tarde, dado que acababa de escuchar resonar el alarido del tren al otro lado de la estación. Intente ver la hora en el celular, pero la presencia de un mensaje me llevo a olvidar un poco lo que estaba haciendo con el globo atado, mas bien, insertado a la fuerza.

“Ya llego”

¿Quién era? El nombre estaba escrito con los números al revés. Lo deje a un costado. La pregunta parece que pudo haber proseguido mucho tiempo más, pero la deje sin respuesta como para intentar que lo novedoso prolifere en sombras. Le preguntaría sobre sus aficiones y más extraños deseos cuando se presente. Esperé, no otra cosa podría hacer. Volví a tapar con la manga la región de la muñeca que denunciaba mi más incomprensible estado. Revoltosas cortinas de un cálido viento movieron a mi artificio plástico sobre mi cabeza.

No lo note por su baile, sino porque ahora que había intentado tirar de él, ya no se encontraba muy bien inserto, por lo que los movimientos circulares hicieron que cayeran algunas gotas en el pie. Seguí esperando. Note que el lazo comenzaba aflojarse. Ahora la pregunta se habia instalado de forma tenebrosa. ¿Me dolerá la separación?

-¿Cuál separación?

Había llegado. Vos me mandaste el mensaje.

-Si, avise que llegaba, pero me falto escribir adonde.

No te preocupes. Yo sé adónde vamos.

-¿Lo sabes? ¿Adonde?

Mira, me podrías ayudar bastante. ¿Ves este globo que traigo? Solamente tenes que tomarlo con la mano, y tirar. Correr, celebrar, explotar. Volverte una con la infinitud. Hacia el fuego que esta enfrente, lejos de aqui.

-¿Para eso vine?

Si, llegaste para irte. Tal vez volverás. Aquí andarás, y no lejos regresaras.

1 comentario: