sábado, 13 de noviembre de 2010

Báscula del deseo

Busco nuevamente en el movimiento elíptico de una necia forma que se esconde tras su sombra, la prueba que logre estrellar sus contenciones hacia una forma comprensiva. Por ejemplo, en este lápiz que de un traspaso ha sido rehén, tal vez, transitorio. ¿Que tendrá que decir, usted, entonces? Vea que curioso dicho elemento. Funciona como causa de las letras de quien has colocado para volver a inaugurar dicha concatenación literaria.

Si, es cierto, es una causa redoblada. Es, forzando los terminos, la causa literaria de la causa que causa la literatura. Siente cierto placer extraño. Invade tus albores ciertas imágenes también redobladas,ahora, desdobladas y partidas. No lo he notado en el preciso momento, pero exactamente ella procura interrogarme.

¿Qué estas pensando? Luego de haber hecho vía del celular. Claro, aquí la cuestión se encuentra invertida. Vos consideras que el acto real ofrece una versión más valiosa que la especularidad literaria de la que desconfías. Por lo que aquí mi respuesta no ofrece su realización. Aquí, en este vaivén que procura hallar su preciso momento, su kairos, su inspiración, su pulsación temporal, la reviviscencia gira alrededor de las cargas repletas de ignorancia. Aparecen esas figuras danzantes que no dicen bien de su cometido. La separación que distanció a la reflexión no puede volver a encontrar ya una disposición que enlace con un conocimiento a la novedad. La trampa hace tiempo aguardaba, aunque el agua aquí es suficientemente turbia e impenetrable como para poder saber si la red nos ha tomado efectivamente entre los tobillos y las manos.

¿Por qué se sienten apesadumbradas? No diría que se ven cansadas, dado que observan como no logra salir el pequeño pescado de su lugar. ¿Pero quién lo dejo? No lo sé. Tal vez aguarda que eso, la verdad, caiga. Tal vez indique que su movimiento debería ser sumamente potente como para ofrecer una liberación. Determinado tipo de desinhibición. Pero todo esto es ya aburrido. La miro. No solo que se aburre de que no le digas, sino que ella ya sabe. Si, ya lo sabe. Tan solo juega con vos. Si era eso. Claro que es eso. ¿Por qué observas tanto?

Tan solo hay una pregunta si ya se tienen las respuestas para ellas. La muchacha misma lo aclara, evidenciando así su juego. ¿De que forma puede colocar con sus pensamientos esa pregunta dirigida hacia mí? ¿Como soporta no contestar la interrogación que me hizo causar?¿Como sostiene tanto tiempo una pregunta abierta, si aclara que las mismas no son de su agrado? Porque ya sabe la respuesta. Ahí lo tiene, usted. No solo eso, sino que me translada la pregunta y me la hace depender de mi. No ve que ella ya lo sabe. Entonces, ¿Por qué le sigue el juego? ¿Porque no le dice, usted, también?

Ya lo sabemos, entonces. ¿Por qué se escoge la evitación? Ha sido un sueño, tal vez. ¿Por qué le tengo que dar explicaciones de mí? ¿Por qué me llevo hasta allí? Me quiere arrastrar adonde la respuesta cuelga en el cuadro, para felicitarme luego con la grandilocuencia del nexo embadurnado de valentía descubierta y alcanzada, entre la pregunta sostenida y la inusitada, ¿inesperada? respuesta ahora conseguida con tanto esfuerzo. Pues no. Me niego. No voy a responder a lo que esperas que responda. Así que, bajémonos del círculo giratorio, porque no me gusta. Podes dejar de aguardar el brote de repentina sinceridad y valentía, porque no se trata de eso.

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