lunes, 21 de noviembre de 2011

Demasiada verdad junta

Los insolentes pájaros cantaban y ni siquiera eran las cuatro. Respiraba el asfalto ese sudor dulce de la lluvia pre-estival. Creo que estábamos en un fin de semana porque las chicas siempre bien decoradas pasaban riéndose al lado nuestro. Creo que no llegaban a ver lo que hacíamos ahí con los pies estirados en el medio de la vereda.

Me volviste a sacar un pucho como siempre. Falle al adivinar la marca que tus labios ahogaban. En ese entonces me guiaba tan solo por el sabor del calor que la invasión sensorial que tu humo acechaba.

-¿Siempre tratas de adivinar viendo la mitad de la realidad, no?

-Yo tengo los míos. No te preocupes. No es tiempo para fumar.

-Para mí que si

Resulta que había llegado ahí porque le había comentado un poco quien era, que quería y lo que le podía ofrecer. Pero ella no me contesto ahí nomás. Tampoco negó mis ideas. Simplemente las dejo ahí. Tal como dos personas sentados en las escaleras en una madrugada lluviosa de noviembre.

-¿Sabes lo que pasa si mezclas verdad y sufrimiento?

-Vas al psicólogo. Descubrí eso.

-Y si ya descubriste una verdad por haber sufrido, ¿para que necesites ir al psicólogo?

Ahí aparecen varias opciones. Será entonces por la impulsión de que te cambie la verdad por una falsedad, o porque queres sufrir menos.

Debe ser.

Ahora, mira. Te quería decir a vos que estudias esa carrera esto. Capaz vos lo entendes mejor que yo. Pero hipotéticamente no. Imaginate que alguien va al psicólogo porque, no se, no puede dar una materia de una facultad.

Ya se. Es una boludez. Mejor por no poder coger nunca. Ahí te gusto mas, dale. Bueno, entonces fijate esto que pasa. Vos vas porque no podes coger. ¿Y que le decís al analista? Eso, que no podes coger. Que no te sale. Lo que vos quieras escribir. ¿Te das cuenta de lo raro de hacer eso? Es incomprensible esa queja. Parece muy común. Pero porque nos hicieron creer que había que coger siempre y a menudo. Como nos hicieron creer eso, te llega entonces el que dice que no puede coger. Bueno, y los humanos tampoco podemos volar, ni respirar abajo del agua. ¿Cuál es el problema en-poder hacerlo?

¿Ve que parece la misma pregunta pero ya es otra muy diferente?

Sucede que hay muchas, muchas exigencias sociales que vuelan especialmente durante la madrugada. Eso hace que constantemente se abran nuevos problemas. La gente clava cual canilla en una pared de agua una interrogación para la cual seguramente ni tenga realmente sed o incluso ya se encuentre lo bastante hinchada por haber bebido de mas. En definitiva, la maniobra es la de despegarse de la fijeza de la imposibilidad. Eso básicamente.

Pasa que, que se yo. Se precisa una distancia y una calma para interrogarse eso que jamás se puede poner de a acuerdo. Es esa distancia con respecto a verificar si se trata de una cercanía o una lejanía. ¿No se busca tomar distanciar, pero para llegar más profundo luego? ¿Y si preferís llegar muy lejos quedando muy cerca de donde queres llegar, no es muy lejos donde vas a terminar por el efecto rebote?

Es como esa discusión de lo pesado y lo liviano con la que empezaba ese libro. No me acuerdo el titulo. Pero nunca sabes ni donde estas ni donde vas a terminar.

Te lo voy a volver a decir porque estoy seguro que no entendiste lo enigmático del asunto. Le llega uno porque dice que no puede coger. Primero, ¿Quién le dijo que había que hacerlo? Segundo, ¿Por qué no lo esta haciendo entonces con ese que le dijo que había que hacerlo?

No te distraigas por el significado. Podes elegir cualquier tema que te convenga. Presta atención a la lógica requerida de las preguntas. Simplemente con dos de ellas todo pierde su drama. Todo es gobernado por esa insuficiencia abominable de la exigencia del Otro. Es como la humedad que lloran las paredes. Esta bien, nos podemos poner de acuerdo en hablar de exigencia pulsional. Pero, que se yo. También podemos armar un dialogo de tipo rioplatense. Pero como indefectiblemente allí tiene que haber mucha experiencia, mate y celos, mejor optemos por quedarnos acá.

¿Así funciona entonces?

Claro. Le desarticulas el principio de indivisibilidad y luego le recriminas haber armado y juntado lo que en un primer momento quería des-hacer.

¿Quería dividir lo que había unido? ¿Como se explica? ¿De nuevo por una critica a la socialización?

No. Recorrer el problema de los sujetos divididos tal vez amplíe lo que estos vaivenes participativos señalan. División subjetiva. Estamos de acuerdo. ¿Pero que otra cosa que no sea ya una totalidad desde un comienzo se puede dividir?

Me dirás que mas que una división se trata de la unión de experiencias netamente disconcordantes. Como mantener los ojos abiertos y estornudar. O entre pensar y decir algo. Entonces admitís irremediablemente que en el principio de la división existe la unión y que sin esta última jamás podríamos hablar de sujetos divididos. La división rindiéndose ante los pies de la unión totalizante. Mira vos donde los íbamos a encontrar. Casi como nosotros en esta vereda de madrugada.

Es el tipo de sensación extraña y relajante que te agarra cuando te imaginas lo siguiente, por ejemplo. Un tipo se la pasa veinte años sufriendo por no poder decir algo. Bastante fácil de concebir. Un día sube una escalera y encuentra en una reunión que cierto grupo hablaba de eso con la más pura felicidad, sin su presión ni atragantando ocultamiento ni misterio. Eso es también una división. Ese encontraste salvaje que se genera cuando juntas a un cuidadoso de cuarenta con un jovial y salvaje adolescente. Y allí mismo en ese quiebre dado el encuentro de las diferencias la exigencia social crece espeluznante. Como alimentada por las chispas que el roce anterior le ofreció.

¿El de cuarenta debería vivir como el de veinte? ¿O el de veinte como el de cuarenta?¿ Debería haber hablado de eso?¿O era mejor no contarlo y sufrir lentamente? No hace falta que complejice la pregunta. Tal como esta ya anuncia su validez.

Por ello la ética es una preciosura. Si la psicología existe solo para combatir los resultados subjetivos y sufrientes de las exigencias sociales imperantes y danzantes en el aire social, no podría prescindir jamás de la ética. Mas aun porque ella misma puede ser también una gran demanda del Otro. Una intelección de deberes y preceptos listos para enloquecer a la gente.

¿Debería ser o no debería ser la locura? Esa es la pregunta ética por excelencia.

Y quien no vea…

Vea que ya esta por columpiarse de nuevo el sol debería dejar de hablar. Pensé. Demasiada verdad junta. ¿Por lo que de mis pensamientos se caían entre los dientes borrachos? No. Más bien por la mejilla que sentía ahora contra mi hombre y el brazo. Un manto de placer la rodeo por el otro lado. Le saque el cigarrillo casi apagado de entre los dedos dormidos. Era Camel nomás. Creo que llegue a ver adonde estaban los pequeños pájaros insolentes. Igual te quiero.

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